PASES GUIADOS a la exposición todos los sábados a las 18:30h.
Imprescindible inscripción previa en el teléfono del museo 96 514 67 80. Plazas limitadas. Actividad gratuita. Si el mismo sábado de la visita a las 12:00h no hubiera ninguna reserva, esta se cancelará. Gracias y disculpen las molestias.
Antonio Fillol es uno de los artistas valencianos más particulares y atípicos de su generación, tanto por la forma como por el contenido de sus obras. A pesar de ser un pintor valorado en vida por un sector avanzado de la crítica, su obra no goza hoy del reconocimiento que debiera, siendo un artista a reivindicar por la actualidad y sincronía con el momento presente. Fillol cultivó con brillantez diferentes géneros pero fueron la pintura social y la de género las que mayores éxitos y prestigio le proporcionaron, siendo también un agudo y profundo retratista, así como un refinado paisajista. Sus creaciones brillan con luz propia dentro del panorama de la pintura social de su tiempo y resisten la comparación con la de cualquier otro artista europeo; creaciones polémicas y controvertidas, como fue el caso de La bestia humana (1897) o El sátiro (1906), que hablan con claridad de una conciencia social y sentido crítico que hacen de la pintura un arma de estímulo y reflexión. La casi totalidad de su obra es fruto de la cultura del naturalismo del fin de siglo, con la idea de hacer de la pintura un documento verídico y de análisis de las pasiones humanas. La crudeza y radicalidad de algunos de sus temas establecen un vivo contraste con el naturalismo edulcorado y sentimental que prácticamente desarrollaron la mayoría de los artistas de ese período. Si en pintura puede hablarse con propiedad de un «naturalismo radical», más o menos afín o equivalente al que se desarrolla en el terreno literario, pocos lo representan mejor que Fillol. Los dibujos entre pintura y la literatura de Blasco Ibáñez son muy intensos durante un período. Aunque estamos en otro tiempo y contexto, podríamos decir que Fillol, por la crudeza provocativa de una parte de sus obras, podría considerarse el Courbet español del fin de siglo.
Sus orígenes son humildes. Es hijo de un zapatero del barrio del Carmen de Valencia, en cuyo taller tuvo que trabajar un tiempo hasta que pudo centrarse de pleno en la pintura. El esfuerzo en el aprendizaje le permitió avanzar de manera segura en el dominio del oficio.
Varios artistas valencianos de la misma generación se desplazaron a Madrid para asistir al taller de Sorolla (Benedito, Mongrell, Andreu), mientras Fillol permanece en Valencia, y desde allí comienza a desplegar una intensa actividad y planificación expositiva, pues fue muy activo en su proyección exterior, participando en muestras de todo tipo y viajando por distintos países como Francia e Inglaterra. Es un artista culto e informado que trabó amistad con personalidades destacadas del mundo de la cultura. Y de la política.
Fillol será también un artista atraído por la representación del mundo popular: los tipos populares le atrajeron como algo más que una imagen pintoresca o folklórica. Siguiendo en ese sentido la tradición de la gran pintura española, Fillol los ve como paradigmas de autenticidad y carácter. Como buen naturalista busca que sus obras sean verdaderos análisis sociológicos, llevando su influencia al terreno psíquico y fisiológico con el fin de investigar las pasiones humanas, ideando grandes composiciones donde aborda temas tan de actualidad como la prostitución, el abuso de menores, la miseria, la violencia, el abandono, la ignorancia o la superstición. Algunos de sus cuadros fueron motivo de escándalo, como sucedió con El sátiro, que ahora se puede ver por primera vez restaurado.
Hay un momento moderno de su pintura entre 1902 y 1906. Luego su creación se escora al regionalismo, sin perder la brillantez y el vitalismo que le caracteriza.